Ébola y guerra, una doble pesadilla para los congoleños

BeniRD Congo.- «Estamos entre la espada y la pared». Los habitantes de Mangina se encuentran en primera línea del nuevo brote de fiebre hemorrágica del Ébola en el este de la República Democrática del Congo (RDC), bastión de grupos armados.

Agentes del servicio de higiene toman la temperatura a los habitantes y usan agua clorada en una especie de cordón sanitario instalado a la salida de Beni, en dirección de Mangina. La epidemia se declaró precisamente en esta localidad rural de Kivú del Norte el 1 de agosto, tras la muerte de seis personas de una misma familia.

En Mangina, a 30 km al suroeste de Beni, se han instalado reservas de agua clorada delante de todos los comercios y mercados. Al menos 32 de las 42 muertes vinculadas al Ébola se han registrado en la zona Mangina-Mabalako.

«Me pongo guantes para protegerme de la epidemia», afirma Jonas Mumbere, de 26 años, conductor de mototaxi. «Nuestros clientes empiezan a dudar si subirse a la moto por miedo a un contagio». «Desde (el comienzo de) la epidemia ya no vienen, por miedo por su salud», explica.

Los agentes «nos dicen que podemos contagiarnos incluso a través del sudor de una persona infectada. Ya no sé cómo alimentar a mis dos hijos», lamenta Elodie Zena, una mujer de 28 años que afirma ser una profesional del sexo.

Es la décima epidemia de Ébola en el país desde 1976 y cada vez se repite el mismo escenario: precauciones sanitarias, desaparición de contacto físico y economía ralentizada.

«Es la primera vez que la enfermedad afecta a una zona muy poblada y en situación de conflicto intenso», afirma la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Y es que Kivú del Norte, en la frontera entre Uganda y Ruanda, es el bastión de decenas de grupos armados, ugandeses, ruandeses, hutus…

 Alto el fuego complicado

En la región de Beni están muy presentes los rebeldes de las Allied Defense Forces (ADF) ugandesas, presuntamente responsables de la matanza de cientos de civiles desde 2014.

Mangina se ve menos afectada y acoge a desplazados que huyen de la matanzas y de los secuestros atribuidos a las ADF.

Pascaline Fitina, una mujer de 36 años, es una de ellas. «Ahora estoy aquí en casa de mi hermana mayor que murió de Ébola. No sé qué hacer, su marido se encuentra en aislamiento», afirma.

«Estamos entre la espada y la pared. Por un lado las ADF y por otro el Ébola», dice suspirando Pascal Lukula, de 38 años, un campesino con cinco hijos.

Después de una visita a la zona, el director general de la OMS Tedros Adhanom Ghebreyesus hizo un llamamiento al cese de las hostilidades en Kivú del Norte.

Las autoridades temen que la situación de violencia complique el despliegue de equipos sanitarios y el acceso a la población.

«La policía y el ejército se encargan de la seguridad del personal sanitario noche y día durante este periodo de respuesta (sanitaria) para evitar los secuestros, las matanzas etc…», asegura un representante del gobernador de Kivú del Norte, Éphrem Kasereka.

Fuente: AFP