Por Milagros Nanita Galván
Qué son las brujas chupas chupas
No conocida por todos, pero en muchas partes de nuestro país, principalmente en la zona rural y suburbana, existe la creencia arraigada de que hay brujas que vuelan y se pasean en sus escobas tranquilamente delante de las puertas y ventanas de cualquier vivienda, ya estén estas ubicadas en las ciudades o los campos de nuestro país. Estas brujas son chupadoras de sangre de niños y mujeres embarazadas. La creencia dice que la sangre chupada les infiere el poder de rejuvenecer y tener una larga vida. A las criaturas las chupan en el ombligo o en el cuello, haciéndolas que caigan severamente enfermas, mueran o queden permanentemente ciegas. Si se actúa a tiempo para revertir el encantamiento, las víctimas son llevadas a una iglesia o a un curandero local con el propósito de devolverles la salud. La regla es que luego que son curados, ya no pueden ser tocados de nuevo por las brujas.
Las brujas tienen situaciones y espacios de gozo y pena. Después de chupar a un niño, rompen a reírse a carcajadas y se pasean por las calles o vuelan en sus escobas haciendo un ruido infernal. Esto causa un gran temor entre las personas, por lo que, los más atrevidos le acometen a pedradas y muchos afirman que han logrado tumbarlas de sus escobas, aunque en realidad, los atacantes no tienen la marcada intención de matarlas ya que son personas mayores conocidas de la comunidad. En fin, el buen corazón de los dominicanos.
Una bruja llamada Rosa
Rosa era una señora que vive cerca de la loma más lejana del pueblo de Angélica. Es una señora de unos 50 años de edad, morena, de estatura baja, con pocas curvas y bien llenita. Tiene el pelo gris el cual se lo recoge a manera de moño detrás de la nuca, a veces envuelto en una redecilla negra y otras veces atado con un pañuelo rojo. Siempre viste con una falda o camiseta ancha y como calzado usa unas chancletas negras mucho más grandes que sus pies, todo lo que acentúa su figura decrépita y falta de gracia. Rosa vive en una casa de madera y techo de zinc la que se encuentra en malas condiciones y para sostenerse vende frituras las cuales fríe frente en a su casa y las ofrece a todo el que pasa por el frente.
Rosa se conoce por ser mañosa y estar pendiente a todo lo que pasa en su comunidad. Se cuenta que tiene la manía de entrar a los hogares sin permiso bajo la excusa de pedir algo prestado o querer compartir una tacita de café. Y es que, para ser justos, la vida de Rosa nunca ha sido fácil. Durante su niñez, creció en un hogar lleno de problemas y necesidades. Su madre tenía otros seis hijos quienes fueron abandonados por su padre después del nacimiento del último. Un día este señor salió a trabajar y nunca volvió. Lo único que se supo fue que vivían en Nueva York y que allí había formado una nueva familia. Rosa, que era la mayor, y a disgusto suyo, tuvo que hacerse cargo de los hermanos mientras su madre trabaja en el cultivo de la loma que era, por todos fines prácticos, el patio de Rosa.
Cuando tenía quince años, a pesar de los consejos de su madre que le decía, no confíes en ningún pendejo… lo que quieren es pasar el tiempo contigo, llenarte de muchachos y abandonarte como hizo tu padre, Rosa se metió en amores y lamentablemente, el vaticinio de su madre se dio. Rosa tuvo cuatro hijos de dos hombres diferentes y fue abandonada por los dos. Para mantenerse tuvo que hacer como su madre, trabajar la loma, dejando sus hijos al cuidado del hijo más viejo.
A pesar de una vida dura y llena de fracasos, Rosa creía en el porvenir. Le aseguraba a sus amigas y vecinos que su suerte iba cambiar, que iba a prosperar y a causar la envidia del pueblo. En este teje maneje, Rosa decidió dedicarse a la adivinación y hurgar textos de encantamiento que la llevaron, según la gente del pueblo, a ser una bruja.
Rosa y sus peripecias de bruja del pueblo
El reconocimiento de Rosa como bruja del pueblo fue comprobado de la misma manera que se identifican todas las brujas voladoras y chupas chupas de nuestros campos. A ellas se les reconoce porque nunca miran de frente a los niños y ni los cargan ya que si hacen esto no los pueden chupar. Para asegurarse de que una señora es bruja, con disimulo, debe ponérsele un grano de sal debajo de la silla en que está sentada y detrás una escoba parada. Cuando la bruja trata de irse de la casa no puede hacerla hasta tanto no se le retire la sal y la escoba. Esto es una prueba muy definitiva y nunca falla.
En el campo de Angélica dicen que Rosa ha chupado muchos niños. Una vez Rosa chupó al hijo de su sobrina Mercedes. Un día, el papá de Mercedes, que era un hombre muy trabajador y madrugador, estaba arreglando su guagua y vio, junto a su hijo, a Rosa que les pasó volando pegadito a sus cabezas. Cuando esto sucedió al padre y al hijo se les pusieron la piel de gallina, se engranojaron y se llenaron de terror. Inmediatamente entraron a la casa y le avisaron a Mercedes que el niño había sido chupado por la bruja Rosa. En realidad, el niño había estado muy enfermito en los últimos días. Mercedes ya había agostado muchos recursos: lo llevaron al hospital, le hicieron análisis, le pasaron suero y finalmente lo despacharon sin encontrarle nada o remedir su situación.
Fue en aquella madrugada, cuando Rosa salió volando y muerta de risa de la casa de Mercedes que la familia, por primera vez se percató que lo que tenía el niño era resultado de las fechorías de Rosa. Como consecuencia de la agresión, el niño empeoró y se puso grave. Ante la consternación de su madre y demás familiares el niño se desgonzó y solamente podía decir «ay ma». Mercedes, temblando y dando gritos, pensando que su hijo se había muerto, corrió a ver a doña Jacinta, la curandera del barrio quien tan pronto vio al niño no vaciló en diagnosticar que no estaba enfermo, que lo que tenía era consecuencia de la bruja Rosa.
Doña Jacinta le reprochó a Mercedes y le preguntó el por qué no lo había llevado antes y le explicó que si hubiera pasado una noche más el niño habría muerto. Cuando Mercedes oyó esto, dio gritos y lloró de impotencia ya que por muchas noches había estado vigilando a su hijo y apenas dormía o descasaba. Mercedes muerta de miedo vio como Jacinta ensalmaba al niño todavía en sus brazos y luego lo agarró fuerte para hacerle tragar un té que le preparó con el propósito de sacarle todo el mal que tenía adentro. Efectivamente el niño expulsó un líquido viscoso e inmediatamente se puso a jugar y a actuar como si no hubiera estado nunca enfermo.
Para cerrar esta historia debo decir que no todos actúan tan pasivamente como la familia de Mercedes. José, el dueño del colmado del pueblo estaba furioso porque muchos de los vecinos ya no querían comprar en su establecimiento debido a que Rosa era su vecina y muchos le tenían miedo horrible. Una noche vio a Rosa salir de su casa volando y tronando carcajadas, enterándose luego que esto había sucedido a raíz de haber chupado a su sobrino Nené. Sin vacilar el colmadero le tiró un palo y un tubo logrando alcanzarla y tumbarla de su escoba. Al día siguiente todo el pueblo evidenció que Rosa andaba con el brazo y la pierna vendada y como escondiéndose de la de la gente del pueblo. No paraba de decir a José, compadre por qué me hizo eso. Dicen los testigos de esta historia que le tomó un buen tiempo a la bruja fanfarrona de nuestra historia volver a sus andadas.